Con frecuencia los profesionales de la enseñanza, como cualquier
otro trabajador, nos enfrentamos a numerosos riesgos en el ejercicio de nuestra
profesión. En nuestros días, ser un profesional de la educación puede conllevar
una presión considerable y a veces incluso un cierto factor de riesgo
relacionado con la violencia en el trabajo. Un asunto preocupante que requiere
de medidas de prevención. Los profesionales de la educación constituyen uno de
los sectores con un índice de estrés más elevado en su trabajo, debido en buena
parte a los riesgos de violencia de que pueden ser objeto en algunas ocasiones.
A pesar de esto, todavía hoy, socialmente persiste la idea de que
quienes trabajamos en la enseñanza no nos enfrentamos a riesgos especialmente
dañinos. La mayor prueba es que hay una gran cantidad de enfermedades y riesgos
para otras profesiones, y sin embargo para la enseñanza no aparecen recogidas.
Sin embargo, cada año se publican datos y se realizan estudios donde se que
pone de manifiesto la persistencia de patologías específicas entre los
trabajadores del sector que afectan a las personas, que terminan enfermando.
Además, al ser enfermedades que se van generando en un espacio temporal muy
grande, suelen escapar a la relación evidente de causa-efecto que tienen, por
ejemplo, los accidentes, y al no ser reconocidas como enfermedades
profesionales, derivan hacia quienes las padecen todos los gastos de
rehabilitación y recuperación de dolencias que son ocasionadas con motivo del
desempeño del trabajo. Si a esto añadimos que la vigilancia de la salud a
través de los reconocimientos médicos no se hace de forma sistemática y
específica hacia los riesgos propios de nuestro entorno laboral, se completa un
círculo que imposibilita tomar las medidas preventivas adecuadas.
En este artículo, trataré de dar somera cuenta de los riesgos
laborales más importantes, así como de las medidas que se deben aplicar en los
centros educativos para que sean evitados.
Riesgos Laborales de la Profesión docente.
Inestabilidad laboral en el empleo.
La incertidumbre acerca de la continuidad en el puesto de trabajo
de algún tipo de profesorado provoca serias deficiencias en el equilibrio entre
el esfuerzo que exige su trabajo y las compensaciones que les aporta. Esto es
evidente en el caso del profesorado interino.
Sin embargo no son los interinos o sustitutos el único colectivo
que sufre la inestabilidad. Existen, asimismo, otros trabajadores de la
enseñanza que desempeñan tareas que les exigen el uso de vehículos en diferentes
puntos geográficos (itinerantes) o que tienen un perfil profesional muy
diferente: inspectores/as, coordinadores/as, psicopedagogos/as,
sindicalistas/os, tutores/as de prácticas/os, etc. Por tanto, me refiero a los
accidentes a la hora de ir o volver al trabajo (accidentes in itinere), ya que
en muchos casos, es necesario realizar largos desplazamientos.
Tanto unos como otros corren una serie de riesgos, que deberían
ser asumidos por la Administración. Precisamente, esta inestabilidad concatena
y por tanto, desencadena, el siguiente “grupo” de riesgos.
Ansiedad y estrés.
Los factores de riesgo psicológico en el entorno laboral y su
prolongación temporal, pueden hacer que aparezca el estrés. Es esto mismo, el
estrés y de otros trastornos psicológicos, una de las mayores causas de bajas
laborales entre docentes.
Pero, ¿por qué?.
Los profesores sufrimos, además de un elevado volumen de trabajo,
una gran exigencia psicológica. Sin embargo, es la falta de apoyo social que
nuestra labor recibe y la descompensación entre el esfuerzo y la ilusión que
muchos docentes ponen y las escasas compensaciones que se reciben, lo que hace
que la ansiedad sea bastante común entre los profesionales de la enseñanza.
Además, generalmente, los profesores sentimos una gran exigencia
social sobre el sistema y sobre nosotros mismos, lo que se refleja en un
aumento de la carga de trabajo individual (horario lectivo, número de
alumnos/as por aula, número de grupos a su cargo, complejidad del alumnado,
falta de personal especializado y de apoyo, irracionalidad de los horarios,
falta de personal administrativo en todos los niveles educativos, carencia de
tiempos de encuentro para los equipos docentes, falta de momentos de pausa
reales,…), así como en una carencia de apoyo social hacia la labor docente
(falta de apoyo y colaboración por parte de las familias y la sociedad,
inadecuada gestión de los conflictos, carencia de colaboración de las familias,
etc.).
Un prolongado estado de depresión y / o ansiedad, desembocará en
el conocido Síndrome de Burn-out, o síndrome del trabajador quemado. Dicho
síndrome consiste en un tipo de estrés prolongado motivado por la sensación que
produce la realización de esfuerzos que no se ven compensados personalmente ¿y
profesionalmente?. Se suele dar en trabajos sociales que implican el trato con
personas e importantes exigencias emocionales en la relación interpersonal
(personal sanitario, docentes, policías, etc.), que resultan en un deterioro,
desgaste o pérdida de la empatía.
En especial padecen el síndrome de burn-out personas altamente
calificadas y comprometidas, en las que los intereses profesionales predominan
sobre los intereses personales.
Su principal causa es estar sometido a un gran número de factores
psicosociales, como por ejemplo:
o Exceso de responsabilidad.
o Monotonía, falta de vocación.
o Excesiva ratio en el número de alumnos por clase
o Escasez de medios.
o Conflictos con alumnos y padres.
Violencia laboral.
Con frecuencia nos encontramos en todos los medios de comunicación
recurrentes noticias en las que los casos de violencia escolar están a la orden
del día, situaciones de violencia que los usuarios de la enseñanza, como el
alumnado o en algunos casos sus familiares, han protagonizado con docentes. Se
trata de episodios de violencia física, verbal o amenazas e intimidaciones
vejatorias llevadas a cabo en lugares públicos, normalmente la propia escuela,
donde tanto la autoridad moral de los profesores como su integridad física
quedan quebrantadas.
Trastornos musculares y de huesos.
Esguinces, hernias, dolores musculares y de huesos, lumbalgias,
problemas cervicales… Estas afecciones ocupan los primeros puestos entre las
dolencias causantes de bajas en el profesorado, ocasionadas a lo largo del
tiempo de forma lenta y progresiva.
Para hacernos una idea de tales dolencias y su progresión en el
tiempo, mencionaré, por ejemplo, a los maestros y maestras de educación
infantil que se inclinan para estar a la altura de niños y niñas de tres o
cuatro años; al profesorado de Educación Física, que está sobrecargado de
actividades musculares a lo largo de todo su horario laboral y de su vida
profesional. Todo esto pone de manifiesto riesgos como el mantenimiento de
posturas forzadas, las sobrecargas musculares o los movimientos y esfuerzos
repetitivos, así como los trastornos procedentes de estar mucho tiempo de pie.
Esta postura también puede provocar alteraciones circulatorias, varices,
dolores lumbares.
Otros riesgos.
En este apartado incluiré los riesgos procedentes de deficiencias
de seguridad, así como los que son propios de cualquier puesto de trabajo.
Debemos prestar especial interés a las caídas y golpes:
Caídas al mismo nivel como por ejemplo tropezar por un pasillo
lleno de mochilas debido a la estrechez de las clases.
Caídas a distinto nivel como por ejemplo cuando se va cargado por
unas escaleras atestadas de alumnos, debido a la escasa anchura de las mismas,
o por ser éstas resbaladizas.
Choques/Golpes contra objetos inmóviles como por ejemplo las
mesas, o con objetos móviles como puede ser un choque con un alumno que va
corriendo por un pasillo.
Falta o exceso de iluminación en las clases, así como la
existencia de reflejos en algunas clases, que obliga a cerrar las persianas y
utilizar durante todo el día luz artificial.
Ruido existente en clases cercanas, o proveniente de la calle.
También causa de estrés, al igual que las vibraciones por la existencia de
obras cercanas.
Contacto con virus y bacterias, al estar un gran número de
personas encerradas en una clase con un número reducido de metros cuadrados.
Gripe, gripe A, rubeola, tétanos, hepatitis B, etc.
Ambientes secos, polvo de las tizas y esfuerzos en la voz pueden
provocar enfermedades respiratorias, afonías o irritaciones. Actualmente, sólo
los nódulos en las cuerdas vocales están reconocidos como enfermedad
profesional para el sector de la enseñanza. La lista de enfermedades
profesionales está publicada en el Real Decreto 1299/2006 de 10 de noviembre,
BOE de 19 de diciembre de 2.006.
Contactos eléctricos, como por ejemplo la utilización de un
aparato eléctrico en mal estado, o su conexión a un enchufe que ha sido roto
por los alumnos.
Medidas a tomar.
Para prevenir riesgos en los Centros Docentes, todos los Centros
deberían tener un Plan de Prevención donde se especificaran los riesgos
potenciales del Centro. También se debería indicar los medios disponibles para
hacer frente a una posible emergencia. Una vez elaborado el Plan los alumnos y
profesores deberían conocerlo y realizar simulacros para que en caso de que
ocurra la emergencia puedan poner en práctica todo lo aprendido.
También es fundamental, por motivos de seguridad, que un profesor
sepa cómo actuar ante un accidente. Así, es conveniente que conozca qué se debe
hacer cuando un alumno sufre una herida, quemadura, contusión, etc.
Por lo tanto, la Prevención de Riesgos Laborales y la Salud
Laboral debe estar integrada tanto en la práctica como en la gestión educativa
diaria.
Además de esto, los profesores deberíamos recibir una formación
sobre prevención de riesgos laborales. Esta formación contribuiría sobremanera
a la prevención de posibles accidentes de trabajo y enfermedades profesionales,
mejorando la cultura preventiva de los docentes, sea a través de la motivación
personal, sea a través de la aprehensión de actitudes y aptitudes que
modifiquen los comportamientos inseguros, reduciendo las situaciones de riesgo.
Por ello, los profesores deberíamos ser formados en técnicas
básicas de comunicación, normalización, prevención medioambiental y dominio de
los primeros auxilios básicos, conocimientos que además de la utilidad laboral
evidente, conforman la puesta en disposición para la transmisión de dichos
conocimientos y actitudes a los alumnos.
Teniendo en cuenta todo esto, las soluciones que deberían
adoptarse radican en la necesidad de (adoptar, entre otras, las siguientes
medidas):
o Rebaja de las ratios.
o Creación de un mejor clima de convivencia.
o Dotación de mayores recursos humanos y materiales.
o Espacios físicos mejores.
o Mejor formación inicial y formación contínua.
o Mayor vigilancia de la salud relacionada con el trabajo.
o Motivación del profesorado.
o Mayor reconocimiento social.
o Establecimiento de profesorado de apoyo.
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